

Ref.: 182-223
Al crecer, Han Gan devino un extraordinario pintor, tanto que el emperador llegó a conocer su talento.
Cuando era pequeño, Han Gan adoraba dibujar. Sobre todo dibujar caballos, y siempre pretendía que parecieran lo más reales posible. Al crecer, Han Gan devino un extraordinario pintor, tanto que el emperador llegó a conocer su talento. Pronto se empezó a contar sobre él cosas extrañas. Se murmuraba que sus caballos eran más reales que todos los verdaderos, e igualmente, que su pincel mágico podía darles vida.
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