En este relato histórico, Domingo de Sora Luce, caballero al servicio de Francisco Pizarro durante la Conquista del Perú (1532), relata el apresamiento y la muerte del Inca Atahualpa. Treinta años después de esos sucesos, vive retirado en un convento, pero no puede desprenderse del peso de su pasado. Aunque en su juventud era “tartamudo… también por dentro”, comprende que ese silencio no lo exime de responsabilidad por su participación en las atrocidades cometidas. Wassermann propone una reflexión sobre la codicia del oro, la fe y la culpa en la historia humana.