En el prólogo autobiográfico a esta antología, Erskine Caldwell confiesa no tener verdades filosóficas que impartir, solo el deseo de retratar con honestidad las aspiraciones y la desesperación de la gente sobre la que escribe. Su aparente humildad refleja la esencia de su obra: una mezcla de ternura, ironía y lucidez que capta la vida opresiva y cotidiana de la América de la Depresión.
Con un realismo que roza el esperpento, estos relatos recuerdan la mordacidad de Ambrose Bierce, la ironía de Mark Twain y el humanismo ingenuo de Frank Capra. Adolescentes enamorados, cadáveres insepultos, emigrantes, charlatanes y leñadores pueblan un fresco humano en el que se entrelazan hambre, desarraigo y tensiones sociales y raciales. Una colección cruda y conmovedora que ilumina las sombras de la América de los años treinta.